¿No os encanta añadir una pizca de canela a vuestro té o café? No solo aporta un toque de sabor, sino que además proporciona a las papillas gustativas una sensación de dulzor. Los estudios relacionan la canela con la reducción de azúcar en sangre, especialmente indicada para contrastar todos los azúcares añadidos de los productos procesados. Es curioso que justo esta especia de sabor tan dulce pues reducir el nivel de azúcar en sangre. La canela está cargada de polifenoles antiinflamatorios potentes y se cree también que ayuda a reducir la presión sanguínea. También se cree que contribuye a alisar la piel y a la curación de heridas, así como que podría aumentar la libido. Además está rica de antioxidantes, más que la menta, el anís, la regaliz, la vainilla, el jengibre o la nuez moscada, lo que ya es decir.
Puede que no sepas que existen dos variedades de canela, la canela china, de sabor dulce y familiar, que es la variedad más común, y la canela de Ceilán (o llamada también canela verdadera) de tono marrón más claro y formada por múltiples capas papiráceas, con aroma suave y dulce. Las ramas de canela se pueden conservar alrededor de 3 años, aunque la canela en polvo pierde fragancia con facilidad en pocos meses (además hay que tener en cuenta que absorbe los líquidos fácilmente así que si excedemos en la cantidad es muy probable que se formen grumos).
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El helado artesanal italiano es entre los más apreciados del mundo. Por algo será que entre la top 5 de las palabras italianas que todo el mundo sabe tenemos seguramente gelato. Y a mi, pues, el helado me encanta, todo el año. Todo esto viene para decir que, entre mis buenos propósitos para el año nuevo, es mi intención dedicarme a producir deliciosos helados caseros. Cómo no dispongo de máquina heladera (ni quiero un trasto más en mi de por sí pequeña cocina) he decidido explorar recetas que no necesiten del dichoso aparato. Tras un par de fracasos rotundos y contundentes, que sin embargo me han servido para entender cómo funciona el asunto, este sorbete de piña ha sido un exitazo, así que cómo las otras recetas sigan a este nivel, vamos a montarnos una heladería casera de primera categoría. Os dejo a continuación la receta del sorbete (que enciman es veganfriendly) por si os queréis cimentar en el intento... ;) Ingredientes: (jajaja...)
550 g de piña 170 g de azúcar blanco 310 ml de agua 1 lima Procedimiento: (igual de superhipercomplicado que los ingredientes...) Exprimimos la lima y pelamos y cortamos la piña a trozos. A continuación vertemos 160 ml de agua en una cazuela, añadimos el azúcar y calentamos a fuego bajo removiendo hasta que el azúcar se haya disuelto. Retiramos del fuego, añadimos el zumo de la lima y dejamos enfriar. Licuamos la piña con 150 ml de agua hasta conseguir un puré. Añadimos el sirope de azúcar frío al puré de piña y trituramos el todo un poco más. Luego vetemos la mezcla en un recipiente hermético (también podéis reutilizar una terrina de helado de plástico) y metemos en el congelador 2 horas. Pasado este tiempo, batimos nuevamente el todo y lo volvemos a meter en el congelador durante una hora y repetimos la operación triturando el sorbete y congelandolo otra vez, esta vez hasta que vayamos a tomarlo. Ingredientes: 1 base de masa quebrada o de hojaldre 2 chirivías medio apio nabo 2 peras 200 g de queso tierno y cremoso (puede ser brie, camambert, gongorzola, taleggio...) 2 huevos 15 cl de leche vegetal 2 pizcas de nuez moscada rallada sal pimienta Extendemos la mas en un molde para tartas con papel para horno y precalentamos el horno a 180 °C. Mientras tanto pelamos y picamos el apio nabo, las chirivías y las peras en dados.
En una cacerola de agua hirviendo con sal escaldamos el apio nabo y las chirivías durante unos minutos para que se ablanden un poco. Horneamos la masa durante 15 minutos para precalentarla. Mientras, en un bol, mezclamos los huevos, la leche y la nuez moscada rallada. Salpimentamos al gusto y añadimos el queso cortado en dados. Sacamos la masa del horno y colocamos en su interior las chirivías, el apio nabo y las peras. Vertemos por encima la mezcla líquida de huevos, leche, especias y queso y llevamos otra vez al horno, sin cambiar la temperatura, durante unos 40 minutos. Nota: con el medio apio nabo sobrante (que no es un apio, ni un nabo, sino que un apio-nabo, que quede claro... en fin, que me enredo...) podemos hacer unas chips deliciosas. Tan solo necesitáis medio diente de ajo, aceite de oliva, sal y pimienta y especias al gusto. Cortamos el apio nabo en dos y después en rodajas de 1,5 cm de espesor, las pelamos y hacemos unos bastoncillos de 1,5 cm, para formar las "patatas fritas". Ponemos los bastoncillos en una bandeja de horno con papel sulfurado y vertemos encima 3 cucharadas de aceite de oliva, salpimentamos y mezclamos. Horneamos de 25 a 30 minutos y espolvoreamos con especias al gusto (por ejemplo albahaca y perejil). Este delicioso bizcocho al sabor y perfumen de mandarinas es perfecto para un rico desayuno invernal o una merienda diferente acompañado de una taza de té caliente y espaciado. Las mandarinas le aportarán su característico color anaranjado y un sabor irresistible. Es muy sencillo de hacer e incluso si no te consideras un gran pastelero conseguirás un resultado sorprendente y saludable con muy muy poco esfuerzo. Además no lleva ni leche ni gluten, por lo cual será perfecto para todos. ¿Te animas a probarlo? Ingredientes: 3 mandarinas biológicas 180 g de harina de arroz 20 g de maicena 1 sobre de levadura para dulces 3 huevos medianos 160 g de azúcar 80 g de aceite de girasol 1 pizca de sal Como primera cosa hay que lavar bien las mandarinas, pelarlas sin tirar la piel y quitar eventuales pepitas. Luego ponemos las mandarinas y el aceite en la batidora y trituramos bien hasta que resulte una crema homogénea.
En un cuenco grande unimos la crema así conseguida con los huevos batidos con el azúcar, la harina con la maicena, la levadura y la pizca de sal y batimos todo bien (lo ideal es con una amasadora eléctrica, os quedará de maravilla). Precalentamos el horno a 180 °C y vertemos la masa en un molde de unos 22 cm de diámetro aproximadamente. Horneamos durante unos 40-45 minutos (hacemos la prueba del palillo para ver si sale seco). A continuación sacamos el bizcocho del horno y dejamos enfriar unos 10 minutos antes de desmoldar y dejar enfriar por completo y si queremos podemos adornarlo espolvoreando un poco de azúcar glas por encima. Las especias son la sal de la vida. Se usan desde hace siglos y no solo como potenciadores de sabores sino también con fines medicinales. Hay quien considera la cúrcuma la especia más poderosa de la despensa, tanto por su sabor como por ser entre las más antiguas y más estudiadas. Hace miles de años se utilizaba como especia medicinal, culinaria y sagrada. El ayurveda la describe como victoriosa sobre la enfermedad y sus restos fueron encontrados en vasijas cerámica en la India que datan de más de 4000 años. De hecho, gran parte de la cúrcuma que consumamos en el mundo proviene de la India, la de mejor calidad y con la mayor concentración de compuesto activo curcumina (que también es el causante de su color amarillo) en concreto es la de Alleppey, en el sur del estadio indio de Kerala.
Algunos estudios recentes aportan resultados prometedores como antioxidante y antiséptico, con beneficios antiinflamatorios y analgésicos. Clásico de la cocina asiática, la cúrcuma es una especia clave para platos de curri per se halla también en una más grande variedad de platos de todo el mundo como en el chile con carne, en tés, vinagres y fideos japoneses, en la cocina marroquí, en sopas, estofados, encurtidos y en la mostaza americana. Probablemente nadie sabe que antes de la llegada a Europa de las patatas desde América, la chirivía ocupaba su lugar en la cocina popular. Este tubérculo, cuyo nombre científico es pastinaca sativa, es muy parecido a la zanahoria, aunque más blanca y más redondeada en la parte superior. Crece abundantemente en lugares frío donde hiela durante le invierno, donde muchas veces no es posible cultivar otras plantas por falta de sol, y por esta razón, su consumo a menudos se asocia con las dietas del norte de Europa y tiene un lugar marginal en nuestra despensa. Su discriminación respecto a la hermana zanahoria es muy injusto ya que la chirivía tiene un sabor más delicado y mejores propiedades nutricionales. Su sabor intenso y ligeramente picante la hace ideal como acompañante o para mezclar con otras verduras en tartas saladas y purés.
Así como la zanahoria y la patata se puede hervir o también se puede asar al horno. ¿Sus principales beneficios? Es diurética y favorece la digestión, además tiene cantidades importantes de casi todas las vitaminas del grupo B y sobre todo de ácido fólico. Esta sopa promete favorecer la digestión, reforzar el cerebro y reforzar el sistema inmunitario, además su color precioso encanta a la primera mirada... ;) Ingredientes:
3 remolachas peladas y cortadas en dados 2 zanahorias cortadas en dados 1 cebolla pequeña picada 1 cucharada sopera de jengibre rallado 1 diente de ajo picado 1 cucharadita de cáscara de naranja 480 ml de agua o de caldo de verduras 1 cucharada sopera de aceite de oliva sal y pimienta Calentamos el aceite de oliva a fuego lento y doramos la cebolla durante unos minutos. Incorporamos a continuación el ajo, las remolachas, las zanahorias, el jengibre y la cáscara de naranja y rehogamos todo unos 3 minutos. Añadimos el agua (o caldo) y llevamos a ebullición. Cocemos a fuego lento 30 minutos, hasta que las remolachas estén tiernas, sazonamos y luego pasamos por la batidora para obtener una textura lisa. Si estás en búsqueda de galletitas originales y divertidas para las fiestas esta receta muy sencilla y original te encantará... Además son perfecta para acompañar un té delicioso. ¿Mi favorito? Matcha... ¡por supuesto! ;) Ingredientes: 100 g de margarina o mantequilla medio aguacate aplastado 120 g de queso crema 120 g de azúcar moreno 2 cucharadas de zumo de limón 1 cucharada de semillas de amapola o de sésamo 230 g de harina de arroz media cucharadita de levadura en polvo Mezclamos todos los ingredientes para formar una masa ligera y homogénea y por último incorporamos la harina y la levadura tamizadas. A continuación ponemos la crema así conseguida en una bolsa de pastelería y vamos haciendo unos circulitos para modelar las galletas sobre una bandeja con papel para horno. Horneamos entre 12 y 15 minutos en horno precalentado a 190 °C hasta que las galletas estén doradas.
Cierto es que en invierno nuestra paleta de opciones es más reducida y a veces puedes pasar que terminemos aburriéndonos de comer siempre los mismos sabores. Si crees de haber sobrepasado ya tu cota anual de puerros y calabaza o ya te ahoga el solo olor de la col, aquí va la solución. En este post de propongo cuatro maneras de realzar el sabor de las verduras de invierno cocinadas en el horno, antes de encontrarte babeando pensando en guisantes de primavera y melones estivales. El paso fundamental será siempre hornear las verduras como de costumbre (con un poquito de aceite de oliva de 30 a 45 minutos en el horno a 180 °C o, si lo prefieres, haciendo derretir un poco de aceite de coco en la fuente de horno unos segundos y luego añadiendo las verduras, con el mismo tiempo de cocción indicado). Sin embargo, podemos preparar unos deliciosos aliños y añadirlos antes o después de la cocción para añadir un toque diferente a las verduras de siempre, como en los siguientes ejemplos (nota: las dosis indicadas se refieren a una porción, o sea 200 g de verduras cocidas por persona, aproximadamente). Salsa de mostaza y miel:Mezclamos una cucharadita de mostaza de Dijon, una cucharadita de miel y una cucharada de aceite de oliva y vertemos esta salsa sobre las verduras calientes recién horneadas. Dulce y acogedor, perfecto para los fríos días de invierno. Verduras aromatizadas a las hirebas:Añadimos a las verduras, esta vez antes de hornearlas: media cucharadita de tomillo, otra media cucharadita de romero y un cuarto de cucharadita de salvia. Fresco y campestre. Perfecto para soñar con bosques nevados. Con sabor a curry:Si os encantan los sabores orientales y espaciados, podéis simplemente añadir a las verduras antes de hornearlas media cucharadita de curry en polvo para cada ración de verduras horneadas. Con ese toque exótico que nos encanta. Al aroma de canela:¿Existe acaso algo más invernal que el aroma a canela? Pues no. Así que también podemos añadir a nuestras verduras antes de hornearlas una media cucharadita de canela para que adquieran un perfumen impresionante y festivo.
Esta deliciosa crema de nueces (vegana, sin gluten y sin lactosa... ¿qué más se puede pedir?) ha marcado el gran comienzo de mi menú de Nochebuena. Creo que las nueces le dan un aire "navideño" ideal para estos días. Además es una excelente excusa para no comer siempre la misma crema de verdura y deliciar nuestros paladares con un sabor un poco diferente. Ingredientes (para 4 personas): 2 cebollas 200 g de nueves 4 cucharadas soperas de margarina 3 cucharadas soperas de harina de arroz 750 ml de caldo de verduras 150 ml de nata de soja para cocinar sal pimienta recién molida zumo de limón unas nueces para decorar Como primera cosa pelamos y picamos la cebolla por un lado, y, por el otro, desmenuzamos las nueces. Procedemos derritiendo la margarina en una cacerola y rehogamos la cebolla hasta que quede transparente. Añadimos la harina y removemos hasta que se dore ligeramente.
A este punto añadimos las nueves y removemos bien. Rehogamos todo con el caldo y cocinamos durante unos 15 minutos a fuego lento. Por último, añadimos la nata para cocinar y pasamos todo por la batidora. Si vemos que la textura nos queda muy densa podemos diluir con un poco de caldo o, al contrario, cocinar un poco más. Condimentamos con sal, pimienta y zumo de limón y volvemos a batir hasta conseguir una textura cremosa. Servimos decorando con nueves. |
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