El helado artesanal italiano es entre los más apreciados del mundo. Por algo será que entre la top 5 de las palabras italianas que todo el mundo sabe tenemos seguramente gelato. Y a mi, pues, el helado me encanta, todo el año. Todo esto viene para decir que, entre mis buenos propósitos para el año nuevo, es mi intención dedicarme a producir deliciosos helados caseros. Cómo no dispongo de máquina heladera (ni quiero un trasto más en mi de por sí pequeña cocina) he decidido explorar recetas que no necesiten del dichoso aparato. Tras un par de fracasos rotundos y contundentes, que sin embargo me han servido para entender cómo funciona el asunto, este sorbete de piña ha sido un exitazo, así que cómo las otras recetas sigan a este nivel, vamos a montarnos una heladería casera de primera categoría. Os dejo a continuación la receta del sorbete (que enciman es veganfriendly) por si os queréis cimentar en el intento... ;) Ingredientes: (jajaja...)
550 g de piña 170 g de azúcar blanco 310 ml de agua 1 lima Procedimiento: (igual de superhipercomplicado que los ingredientes...) Exprimimos la lima y pelamos y cortamos la piña a trozos. A continuación vertemos 160 ml de agua en una cazuela, añadimos el azúcar y calentamos a fuego bajo removiendo hasta que el azúcar se haya disuelto. Retiramos del fuego, añadimos el zumo de la lima y dejamos enfriar. Licuamos la piña con 150 ml de agua hasta conseguir un puré. Añadimos el sirope de azúcar frío al puré de piña y trituramos el todo un poco más. Luego vetemos la mezcla en un recipiente hermético (también podéis reutilizar una terrina de helado de plástico) y metemos en el congelador 2 horas. Pasado este tiempo, batimos nuevamente el todo y lo volvemos a meter en el congelador durante una hora y repetimos la operación triturando el sorbete y congelandolo otra vez, esta vez hasta que vayamos a tomarlo.
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Ingredientes: 1 base de masa quebrada o de hojaldre 2 chirivías medio apio nabo 2 peras 200 g de queso tierno y cremoso (puede ser brie, camambert, gongorzola, taleggio...) 2 huevos 15 cl de leche vegetal 2 pizcas de nuez moscada rallada sal pimienta Extendemos la mas en un molde para tartas con papel para horno y precalentamos el horno a 180 °C. Mientras tanto pelamos y picamos el apio nabo, las chirivías y las peras en dados.
En una cacerola de agua hirviendo con sal escaldamos el apio nabo y las chirivías durante unos minutos para que se ablanden un poco. Horneamos la masa durante 15 minutos para precalentarla. Mientras, en un bol, mezclamos los huevos, la leche y la nuez moscada rallada. Salpimentamos al gusto y añadimos el queso cortado en dados. Sacamos la masa del horno y colocamos en su interior las chirivías, el apio nabo y las peras. Vertemos por encima la mezcla líquida de huevos, leche, especias y queso y llevamos otra vez al horno, sin cambiar la temperatura, durante unos 40 minutos. Nota: con el medio apio nabo sobrante (que no es un apio, ni un nabo, sino que un apio-nabo, que quede claro... en fin, que me enredo...) podemos hacer unas chips deliciosas. Tan solo necesitáis medio diente de ajo, aceite de oliva, sal y pimienta y especias al gusto. Cortamos el apio nabo en dos y después en rodajas de 1,5 cm de espesor, las pelamos y hacemos unos bastoncillos de 1,5 cm, para formar las "patatas fritas". Ponemos los bastoncillos en una bandeja de horno con papel sulfurado y vertemos encima 3 cucharadas de aceite de oliva, salpimentamos y mezclamos. Horneamos de 25 a 30 minutos y espolvoreamos con especias al gusto (por ejemplo albahaca y perejil). Este delicioso bizcocho al sabor y perfumen de mandarinas es perfecto para un rico desayuno invernal o una merienda diferente acompañado de una taza de té caliente y espaciado. Las mandarinas le aportarán su característico color anaranjado y un sabor irresistible. Es muy sencillo de hacer e incluso si no te consideras un gran pastelero conseguirás un resultado sorprendente y saludable con muy muy poco esfuerzo. Además no lleva ni leche ni gluten, por lo cual será perfecto para todos. ¿Te animas a probarlo? Ingredientes: 3 mandarinas biológicas 180 g de harina de arroz 20 g de maicena 1 sobre de levadura para dulces 3 huevos medianos 160 g de azúcar 80 g de aceite de girasol 1 pizca de sal Como primera cosa hay que lavar bien las mandarinas, pelarlas sin tirar la piel y quitar eventuales pepitas. Luego ponemos las mandarinas y el aceite en la batidora y trituramos bien hasta que resulte una crema homogénea.
En un cuenco grande unimos la crema así conseguida con los huevos batidos con el azúcar, la harina con la maicena, la levadura y la pizca de sal y batimos todo bien (lo ideal es con una amasadora eléctrica, os quedará de maravilla). Precalentamos el horno a 180 °C y vertemos la masa en un molde de unos 22 cm de diámetro aproximadamente. Horneamos durante unos 40-45 minutos (hacemos la prueba del palillo para ver si sale seco). A continuación sacamos el bizcocho del horno y dejamos enfriar unos 10 minutos antes de desmoldar y dejar enfriar por completo y si queremos podemos adornarlo espolvoreando un poco de azúcar glas por encima. Esta sopa promete favorecer la digestión, reforzar el cerebro y reforzar el sistema inmunitario, además su color precioso encanta a la primera mirada... ;) Ingredientes:
3 remolachas peladas y cortadas en dados 2 zanahorias cortadas en dados 1 cebolla pequeña picada 1 cucharada sopera de jengibre rallado 1 diente de ajo picado 1 cucharadita de cáscara de naranja 480 ml de agua o de caldo de verduras 1 cucharada sopera de aceite de oliva sal y pimienta Calentamos el aceite de oliva a fuego lento y doramos la cebolla durante unos minutos. Incorporamos a continuación el ajo, las remolachas, las zanahorias, el jengibre y la cáscara de naranja y rehogamos todo unos 3 minutos. Añadimos el agua (o caldo) y llevamos a ebullición. Cocemos a fuego lento 30 minutos, hasta que las remolachas estén tiernas, sazonamos y luego pasamos por la batidora para obtener una textura lisa. Cierto es que en invierno nuestra paleta de opciones es más reducida y a veces puedes pasar que terminemos aburriéndonos de comer siempre los mismos sabores. Si crees de haber sobrepasado ya tu cota anual de puerros y calabaza o ya te ahoga el solo olor de la col, aquí va la solución. En este post de propongo cuatro maneras de realzar el sabor de las verduras de invierno cocinadas en el horno, antes de encontrarte babeando pensando en guisantes de primavera y melones estivales. El paso fundamental será siempre hornear las verduras como de costumbre (con un poquito de aceite de oliva de 30 a 45 minutos en el horno a 180 °C o, si lo prefieres, haciendo derretir un poco de aceite de coco en la fuente de horno unos segundos y luego añadiendo las verduras, con el mismo tiempo de cocción indicado). Sin embargo, podemos preparar unos deliciosos aliños y añadirlos antes o después de la cocción para añadir un toque diferente a las verduras de siempre, como en los siguientes ejemplos (nota: las dosis indicadas se refieren a una porción, o sea 200 g de verduras cocidas por persona, aproximadamente). Salsa de mostaza y miel:Mezclamos una cucharadita de mostaza de Dijon, una cucharadita de miel y una cucharada de aceite de oliva y vertemos esta salsa sobre las verduras calientes recién horneadas. Dulce y acogedor, perfecto para los fríos días de invierno. Verduras aromatizadas a las hirebas:Añadimos a las verduras, esta vez antes de hornearlas: media cucharadita de tomillo, otra media cucharadita de romero y un cuarto de cucharadita de salvia. Fresco y campestre. Perfecto para soñar con bosques nevados. Con sabor a curry:Si os encantan los sabores orientales y espaciados, podéis simplemente añadir a las verduras antes de hornearlas media cucharadita de curry en polvo para cada ración de verduras horneadas. Con ese toque exótico que nos encanta. Al aroma de canela:¿Existe acaso algo más invernal que el aroma a canela? Pues no. Así que también podemos añadir a nuestras verduras antes de hornearlas una media cucharadita de canela para que adquieran un perfumen impresionante y festivo.
Esta deliciosa crema de nueces (vegana, sin gluten y sin lactosa... ¿qué más se puede pedir?) ha marcado el gran comienzo de mi menú de Nochebuena. Creo que las nueces le dan un aire "navideño" ideal para estos días. Además es una excelente excusa para no comer siempre la misma crema de verdura y deliciar nuestros paladares con un sabor un poco diferente. Ingredientes (para 4 personas): 2 cebollas 200 g de nueves 4 cucharadas soperas de margarina 3 cucharadas soperas de harina de arroz 750 ml de caldo de verduras 150 ml de nata de soja para cocinar sal pimienta recién molida zumo de limón unas nueces para decorar Como primera cosa pelamos y picamos la cebolla por un lado, y, por el otro, desmenuzamos las nueces. Procedemos derritiendo la margarina en una cacerola y rehogamos la cebolla hasta que quede transparente. Añadimos la harina y removemos hasta que se dore ligeramente.
A este punto añadimos las nueves y removemos bien. Rehogamos todo con el caldo y cocinamos durante unos 15 minutos a fuego lento. Por último, añadimos la nata para cocinar y pasamos todo por la batidora. Si vemos que la textura nos queda muy densa podemos diluir con un poco de caldo o, al contrario, cocinar un poco más. Condimentamos con sal, pimienta y zumo de limón y volvemos a batir hasta conseguir una textura cremosa. Servimos decorando con nueves. Aunque puede que no hayas oído hablar del matcha, el polvo de té verde cien por cien superconcentrado, hasta hace poco tiempo, este tipo de té se ha bebido en Japón desde el siglo XII y antes ya se consumía en China. Y es en China donde se originaron los elementos clave de su producción, a pesar de que los japoneses sean considerados los maestros del matcha. El secreto para hacer matcha a partir de normales hojas de té verde (y de su color tan brillante y bonito) es un proceso de producción lento, delicado y complicado de transformación. Este proceso afecta muchos aspectos del cultivo del té, así que no tenemos que pensar que el té matcha sea simple té verde molido. Nada más equivocado. ¿Cuál es la diferencia entre el polvo de té verde y el matcha? El polvo de matcha viene de hojas de té cultivadas en la sobra (y no al sol como el té verde normal), esto hace que las hojas adquieran un color verde intenso que se traduce en un color vibrante en la taza. Además, las hojas sufren un tratamiento al vapor, y no el clásico proceso de tostadura, lo cual hace que el matcha tenga ese sabor tan característico. Para un delicioso Matcha Latte vegano necesitamos: 230 ml de bebida de soja con vainilla (o también de bebida de arroz) una cucharada de té matcha en polvo* azúcar (de caña o de coco) o sirope (mis favoritos: de agave o de arroz) al gusto Calentamos la leche de soja (o de arroz) hasta que empiece a hervir. Vertemos en ella el polvo de té y el azúcar (o sirope) y batimos con fuerza para disolver el té (lo ideal es con una pequeña batidora de mano de esas que sirven para hacer la espuma a la leche).
Nota: si, como yo, le tenéis manía a los grumitos, podéis filtrar el té así preparado y pasarlo a otra taza después de haberlo batido, limpiar bien la batidora y darle un toque final para que salga aún más cremoso. * ¿Dónde consigo té matcha? vale... yo llevo años tomando mi Matcha Latte para desayunar (y nadie se enteró, pero luego se puso de moda) y os puedo asegurar que no era nada fácil encontrarlo, había que buscarlo en tiendas especializadas en productos ecológicos así como "raritos". Sin embargo, hay muy buenas noticias: desde hace un tiempo podéis encontrar sobrecitos monodosis de té matcha incluso en... ¡Mercadona! Oh yesss... así que la próxima vez que hagáis la compra mirar bien en el estante de los tés ;) Dhal (o también dal o daal) es una palabra sánscrita que se utiliza para denominar a las legumbre peladas, un ingrediente fundamental de la cocina de la India, donde se conocen unas 50 variedades diferentes de legumbres dhal. En este caso se trataría de un masoor dhal, es a decir un dhal de lentejas rojas. Ingredientes: 150 g de lentejas rojas cocidas 1 cebolla 250 g de tomates maduros en dados un trocito de jengibre 1 puñado de cilantro picado fino 1 cucharadita de cúrcuma 1 cucharadita de curry 1 pizca de comino en polvo 1 cucharada de leche de coco en polvo (opcional) un poco de concentrado de tomate (opcional) aceite de oliva virgen extra sal (al gusto) Cocinamos las lentejas según las indicaciones del paquete (generalmente, una taza de lentejas por 3 de agua, tiempo de cocción: unos 20 minutos). Mientras tanto ponemos a calentar un poco de aceite en una sartén, picamos finemente la cebolla y, cuando el aceite esté bien caliente, la sofreímos a fuego medio/bajo unos minutos hasta que empiece a coger un poco de color.
Añadimos el tomate troceado y dejamos que se haga. Cuando el tomate empiece a estar un poco hecho añadimos las especias ajustando las cantidades al gusto (también, si lo tenéis a disposición, podéis añadir un poco de concentrado de tomate para que la salsa os quede más densa y sabrosa). Cuando las lentejas estén listas las añadimos a la salsa de tomate, añadimos medio vaso de agua (y, opcional, una cucharada de leche de coco en polvo) y vamos aplastando delicadamente con un cucharón de madera. Bajamos el fuego y dejamos que se cocine lentamente hasta que el agua se reduzca. Retiramos del fuego y decoramos con un puñado de cilantro fresco picado. Para un plato más completo, podemos acompañar nuestro dhal con un poco de arroz basmati blanco. Por si no se hubiera entendido: tortitas, cofres & co. son mis desayunos favoritos. Pero lo más es que estos gofres son deliciosos, saludables y se hacen en un plisplas con muy pocos ingredientes (y si ya tienes una gofrera, mejor aún, ¡querrás usarla todos los días!). Y si no sois amantes del dulce también podéis hacerlos salados, añadiendo una cucharada de aceite en lugar del sirope, a ver qué os parecen con un poquito de queso fresco y de cebollín... ;) Ingredientes: 2 tazas de avena en copos (1 taza = 230 ml) 2 cucharadas de sirope (de arce, de arroz o de ágave, si no eres verano también puedes utilizar miel) 1 taza y media de agua media cucharadita de sal Mezclamos todos los ingredientes con la batidora y, cuando la gofrera esté bien caliente, vertemos un par de cucharadas del preparado en cada uno de los moldes y cerramos el aparato. Dejamos que se doren unos tres minutos, retiramos de la gofrera y servimos con nata, fruta, azúcar, sirope o cacao al gusto.
Y si no tenéis gofrera... ¡qué no cunda el pánico! Podéis haceros con este maravilloso Kit para Gofres de Lékué y hacerlos utilizando los moldes de silicona en el horno. Genial, ¿no? ¿No tienes horno y te mueres de ganas de comer un rico bizcocho casero? ¿Crees que hacer un bizcocho casero requiere mucho tiempo y mucho talento y terminas tragándote bollos industriales de cualquier tipo para compensar tus ganas de azúcar? Bueno, como durante muchos años he vivido en primera persona esta triste situación en mi piel, aquí ya viene la solución... Evidentemente, al disponer del microondas como única herramienta para su cocción, los ingredientes son de lo más sencillo de encontrar, así como su elaboración. Por supuesto, todo sin gluten y con mucho amor. Ingredientes:
150 g de harina de coco (o de coco rallado) 100 g de harina de arroz 3 huevos 150 g de azúcar moreno (o panela) 50 g de mantequilla (o margarina) medio sobre de levadura de repostería 1 pizca de sal (para activar la levadura) Mezclamos los huevos batidos con el azúcar hasta conseguir una crema densa y espumosa. Luego añadimos poco a poco la harina tamizada con sal y levadura, la harina de coco y la mantequilla derretida (puedes dejar que se deshaga unos segundos en el mismo microondas). Mezclamos todo bien y colcamos la mezcla en un molde apto para microondas. Lo cocemos durante 8-10 minutos a 650 vatios (potencia alta). Nota: no os preocupéis si el bizcocho se queda un poco blanquito por fuera, es normal, ya que a diferencia del horno tradicional el microonda no dorará la masa durante la cocción. Si queréis podéis espolvoreando también con un poco de azúcar impalpable o de cacao en polvo. |
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